EL DETECTOR DE MENTIRAS
Las emociones son energía en acción. Las vemos actuando a través de nuestras conductas y también en el comportamiento del cuerpo, en las múltiples manifestaciones de los órganos vitales de nuestro organismo.
Las emociones son cargas energéticas que activa en nosotros experiencias afectivas llevándonos a producir reacciones psicofisiológicas. Estas reacciones son representaciones de nuestros personalísimos modos de adaptarnos y reaccionar ante estímulos del exterior: cosas, personas, animales, lugares, sucesos. O del interior: recuerdos, ideas, creaciones, pensamientos. Las emociones alteran el foco de atención, activan múltiples redes asociativas relacionadas con la memoria, con las expectativas, lo cual explica la mayoría de nuestros impulsos, reacciones y conductas.
Los humanos tenemos una variedad exquisita de reacciones subjetivas al mundo interior y al exterior. Toda manifestación emocional ya sea en conductas o en expresiones del cuerpo son traducciones, espejos, reflejos, evidencias de nuestra manera de percibir el mundo y de responder ante él.
En su libro, El Error de Descartes, Antonio Damasio
explica
"Las emociones son un conjunto complejo de
respuestas químicas y neuronales que forman un patrón distintivo. Estas
respuestas son producidas por el cerebro cuando detecta un estímulo
emocionalmente competente, es decir, cuando el objeto o acontecimiento, real o
rememorado mentalmente, desencadena una emoción y las repuestas automáticas
correspondientes. Las respuestas provienen tanto de los mecanismos innatos del
cerebro (emociones primarias) como de los repertorios conductuales aprendidos a
lo largo del tiempo (emociones secundarias)."
“Cuando experimentas una emoción, por ejemplo la emoción
de miedo, hay un estímulo que tiene la capacidad de desencadenar una reacción
automática. Y esta reacción, por supuesto, empieza en el cerebro, pero luego
pasa a reflejarse en el cuerpo, ya sea en el cuerpo real o en nuestra
simulación interna del cuerpo. Y entonces tenemos la posibilidad de proyectar
esa reacción concreta con varias ideas que se relacionan con esas reacciones y
con el objeto que ha causado la reacción. Cuando percibimos todo eso es cuando
tenemos un sentimiento.”
Apenas tenemos unos
meses de vida, adquirimos emociones básicas como el miedo, el enfado o la
alegría. Está en el origen mismo de nuestra naturaleza. Charles Darwin observó
que los primates tenían un extenso
repertorio de emociones, y que esta manera de expresar las emociones tenía una
función social y adaptativa, pues colaboraban en la supervivencia de la especie.
Y así como los primates, también los humanos expresamos emociones y sentimientos mediante lenguaje verbal y no verbal. Los 42 músculos que tenemos en la cara nos sirven para expresar lo que sentimos y que a menudo resulta tan difícil explicar con palabras como intentar disimular. Si bien existen códigos culturales que definen en cierto grado el tipo de emoción, las expresiones faciales y corporales básicas son internacionales. Se ha comprobado que niños ciegos o sordos demuestran sus emociones de igual forma que el resto de las personas que han aprendido a reaccionar por imitación.
Nuestras expresiones faciales también afectan a la persona que nos está mirando y pueden influir en ellas al punto de alterar su conducta. Se suelen identificar bastante bien la ira, la alegría y la tristeza de las personas que observamos y también el miedo, la sorpresa y la aversión.
Para la ciencia, los estados emocionales son causados por la liberación automática de hormonas y neurotransmisores como la dopamina, serotonina, noradrenalina, cortisol y la oxitocina ante un hecho de la realidad. En cierta medida puede decirse que las emociones reflejan el tipo de descarga hormonal que se produce ante una situación determinada.
Personas con distinta estructura hormonal evidenciarán distintas descargas y por ende, su respuesta emocional será distintiva: algunos más pronunciados que otros.
Si bien es el cerebro el encargado de convertir a las hormonas y neurotransmisores en sentimientos, emoción y sentimiento no es lo mismo. La verdad es que el cerebro hace su tarea de acuerdo a los pensamientos, ideas, imágenes, audio interior, que subyacen la experiencia.
Las emociones son cargas energéticas, agitaciones interiores que tienen un componente físico: manifestamos nuestras respuestas emocionales mediante conductas, gestos, expresiones faciales y corporales. Entre las corporales las más comunes son: temblores, sonrojarse, sudoración, respiración entrecortada, agitada, dilatación de las pupilas, aumento del ritmo cardíaco, variaciones en la voz, salivación, crispación del vello en brazos, tono muscular, secreciones hormonales, presión sanguínea, la actividad del sistema nervioso central y autónomo, cambios neuroendocrinos y neuromodulares, etc.
Cada emoción es un ímpetu genuino; una carga energética indiscutible que nos mueve y nos conmueve.
Los problemas empiezan cuando se intenta distorsionar, ocultar, minimizar o en censurar lo que se siente. Porque toda emoción es legítima, sincera, estas manifestaciones son también genuinas, auténticas y difíciles de controlar por lo cual disciplinas estudiosas del comportamiento, como lo es la PNL, Programación NeuroLingüística, puntualizan y subrayan la importancia de observar estas expresiones a las que denomina “expresiones mínimas” por encima de cualquier discurso. Las microexpresiones son emociones visibles que se producen en milésimas de segundos, son esas evidencias que hablan más fuerte que las palabras; que hablan lo que las palabras intentan callas, ocultar o distorsionar.
Estos componentes figuran como
"detector de
mentiras". Cuando alguien miente y al hacerlo no puede controlar sus
cambios fisiológicos, estos factores son ese “algo” en ellos que inspira cierta
desconfianza. Ahora bien, utilizados
con sagacidad, estas expresiones mínimas resultan indicadores valiosos,
recursos o guías de atención que merecen tenerse en cuenta. Resultan en extremo
útiles para padres y educadores, no como recurso intimidatorio sino para dar
lectura correcta a esas expresiones mínimas y para reaccionar ante ellas
llenando con sabiduría los vacíos que cada niño presente y refleje como por
ejemplo, la necesidad de
protección, dar seguridad donde se
sienten inseguros, de claridad, coraje, estimulo, confianza, o el impulso que
necesite su personalidad en formación.