Regale el beneficio de la duda

La duda positiva, un aporte de inestimable valor

El padre que aterrado al ver a su hijo trepándose a un árbol le grita “¡Alto! ¡Te vas a caer” lo priva de esa duda positiva que instala ese otro padre (más sereno en idénticas circunstancias) con la advertencia “Cuidado... Fíjate bien: podrías caerte” . En este último ejemplo, la mente del chico está casi obligada a evaluar, a responsabilizarse de sus actos, pues algunos de ellos lo llevarán a caerse. Pero otros, no.  Mientras que el primer padre instala eficazmente miedos, inseguridades, el segundo resulta motivador.  El primero detiene, inhabilita; el segundo responsabiliza, capacita. En ambos casos, se utilizó la energía del lenguaje verbal y gestual, y en ambos casos se comprueba su enorme poder.

 

El mundo de relación navega en corrientes energéticas que decodificamos en la forma de sensaciones, sentimientos. La palabra, la mirada, un gesto, son transportadores de energía. Cualquiera de ellos tiene poder indiscutible sobre nuestra disposición, nuestras actitudes y nuestro estado emocional. Como siempre decimos en Aflorarte, y como de múltiples maneras ayudamos a comprobar, que una mirada, una palabra son capaces de devolvernos la energía tanto como de agotárnosla por completo.  Si comprendemos cabalmente que son las personas energéticamente saludables las que consiguen sus propósitos, entonces concederemos mayor atención el cuidado de la energía. Especialmente de la energía emocional. Cuando las personas se encuentran en un nivel energético óptimo, con sus pensamientos, emociones y conductas francamente articuladas, consiguen cosas radiantes aún con recursos escasos. 

 

La motivación es la energía necesaria para mantener la máquina humana funcionando. Es indispensable aprender a recargar esta energía cuando sentimos su falta. Nos sentimos temerosos, inseguros, desmotivados, débiles, desganados, agotados. Literalmente, sin energías. Y nuestro compromiso con nosotros mismos está en reponerla; en recargar a nuestro sistema de ese combustible indispensable para mantenerlo en marcha. La energía auténticamente motivadora proviene de personas, de lugares, de objetos, de recuerdos. Allí habrá que ir a buscarla. Cada cual puede distinguir sin titubeos la energía verdaderamente motivadora de las otras. Es con la energía motivadora que surge ese momento creativo donde aparecen soluciones radiantes a esas situaciones que parecen imposibles; cuando regresa a nosotros sentimos su inconfundible efecto reparador.

 

En el BiblioLab se aprende a combinar las fuerzas de pensamiento y emoción con la potencia liberadora de las energías florales. Mediante provocaciones lingüísticas y el impulso de las Flores de Bach el individuo consigue sobrepasar los límites de su razonamiento habitual. La tarea del BiblioLab es proporcionar pautas del lenguaje y estrategias mentales para tales fines.

 

En un circuito de retro-alimentación, las energías emocionales producen fantasías, y éstas, a su vez, profundizan el estado emocional. Nos visitan fantasías nacidas del amor, fantasías nacidas del miedo, de la desesperanza. A estas fantasías se les suma el diálogo que mantenemos permanentemente con nosotros mismos, sea de modo conciente o inconsciente, estamos hablándonos todo el tiempo, contándonos historias, pasándonos películas mentales, Nuestro mundo interior está poblado de imágenes y de voces amigables y de las otras. En medio de corrientes emocionales negativas, las personas sufren y su sufrimiento empeora según las cosas que se digan a sí mismas. En  un estado emocional negativo ingresan sin problemas esas voces antipáticas y sufrimos.  Es importante el cuidado de nuestro estado emocional y el adecuado tratamiento a esas entidades que nos acompañan, que tantas veces contaminan un silencio potencialmente fructífero: preservar la salud emocional para operar efectivamente sobre el diálogo interior. Con un cielo emocional despejado la claridad y la moderación regresan a la conciencia, y el sufrimiento disminuye. Estos cuidados se hacen especialmente útiles para operar con acierto sobre las mentes juveniles.

**Regístrese hoy al BiblioLab  

¿Operar efectivamente sobre la mente juvenil es darle buenos consejos, alentarlo?

 

No siempre.

No sabemos lo que ocurre en la mente de un chico emocionalmente debilitado y que sufre porque "nunca le salen bien las tareas en la escuela". Si nos limitamos a aconsejarle que estudie y se concentre, y lo alentamos diciéndole "tu puedes", es posible que le sobrevengan emociones bastante antipáticas y debilitantes como la duda y el temor. En estos estados suelen desfilar en la mente recuerdos que refuerzan ese tipo de duda debilitante, hasta el punto de convertirla en certeza en un mecanismo mental que vale la pena advertir para frenar. Muchos niños y adultos terminan cediendo a esa voz interior que le dice. “Tú no puedes” Afirman seguros: . No podré” y actúan en consonancia con esta declaración tan negativa.

 

Muchas veces la insistencia del padre, aún con sus mejores intenciones, solo consigue agravar las cosas. Consigue plantear una lucha de poderes e iniciar una angustia adicional tanto para el padre como para el hijo. El padre que firmemente insiste en el “tu podrás”  puede iniciar en este chico inseguro una cadena de dudas debilitantes, e imponerle una sobrecarga emocional. El chico inseguro no tardará en dudar de poder concentrarse, dudar de su capacidad para asimilar o recordar, o moverse como debe. El temor pro decepcionar a sus mayores no llevando a buenos términos sus buenos consejos lo confunde, desvía su atención y le hace trastabillar. El chico tiene motivos para sentirse batallando, entre la espada y la pared. Acorralado, con sus reflejos dormidos, debe  elegir en cuestión de nanosegundos entre obedecer a la autoridad del padre que afirma "tu podrás", o a esa voz autoritaria de su interior que le asegura lo contrario. Estos nanosegundos pueden definir una personalidad.

¿A cuál de esas voces obedecer? La duda debilitante le impide detectar cuál de esas dos voces está en lo cierto. El chico no sabe todavía que ambas están en lo cierto.

 

La idea de uno mismo se forma a partir de estas experiencias. Experiencias que duran muy poco en el mundo de afuera, duran nanosegundos. Pero permanecen en la cociencia mucho más tiempo complicando las cosas. A veces lleva años detectarlas y otro tanto, corregirlas. En medio del aturdimiento, sin medios eficaces para resolverse, para refutar una dirección inconveniente, este chico inseguro fácilmente puede desarrollar una idea negativa de sí mismo. Y fácilmente puede dejarse llevar por el cinismo, auto-boicot o dejadez. Todos estos estados negativos, tan frecuentes en las mentes juveniles, se comportan como una infección: si no se los trata adecuadamente a tiempo, se expanden. Pero si se les da tratamiento adecuado a tiempo, se fabrican anticuerpos que lo protegerán a lo largo de su vida.  

Ahora bien, mejor que curar es prevenir y para prevenir desencantos y producir felicidades contamos con varias herramientas. Podemos hacer muchas cosas mejores que ahorrarle al hijo desafíos tal como lo hacen los padres sobre-protectores, o los omnipotentes que llegan a realizar las tareas escolares por el hijo, y terminan perjudicándolo aùn convencidos de estar obrando "por su bien". Existen, desde luego, maneras efectivas de conseguir que el hijo logre cumplir con sus tareas de un modo natural y satisfactorio haciendo buen uso de sus habilidades, ensanchando su potencial con gusto hasta que finalmente, consiga brillar por luz propia y obtenga sus merecidas alegrías. A pesar de las buenas intenciones, el padre que hace las tareas por el hijo, el que se trepa al árbol para socorrerlo, el que lo carga en sus espaldas en lugar de alentarlo a dar las pisadas seguras para bajar del árbol por sus propios medios, termina discapacitándolo. Para capacitar, alentar, forjar en él el sentido de responsabilidad por su vida y por los pasos que da en la vida, el lenguaje estratégico merece una mención especial: Además de ultra-efectivo, es algo natural, gratis, siempre disponible y siempre trayendo regalos estupendos para cuando la duda se presenta.

 

Empecemos por observar los frecuentes modos que tienen los padres de reaccionar ante un desempeño insatisfactorio por parte del hijo. Se observan emociones explosivas como la impaciencia, la ira, otras más rumiantes como la decepción, la resignación. Afortunadamente están las otras más calmas que permiten la reflexión. Y esta opción resulta francamente útil porque cuando alguien a quien amamos está teniendo dificultades y nos está haciendo sentir mal, es mejor detenerse, observar y preguntarse antes que criticar la acción o determinar un comportamiento con peligrosa seguridad. Aplicado este freno, empezaremos a obtener los primeros beneficios de la duda.

Buena parte de las dificultades encuentran su origen en el lenguaje; en esa manera de hablar y de hablarse, de pensar sobre las cosas y sobre las personas. Es por lo tanto, con el lenguaje, ese factor por siempre presente, con el que podemos hacer algo productivo para desentrañar el problema. Y superarlo con alegría. Para empezar, están las preguntas. Ellas abren puertas gigantescas a las dudas productivas. El padre que enseña a su hijo a formular(se) preguntas inteligentes, le está enseñando a abrir justamente aquellas puertas que no advertía, o que le parecían cerradas.

Son las preguntas inteligentes, las oportunas, las herramientas que ayudan a encontrar la salida a situaciones que se presentan como imposibles. Las que revelan esas cosas que ni siquiera podíamos imaginar.

Como para poder formular preguntas inteligentes y oportunas es necesario permitirse la reflexión, al adoptar una postura reflexiva, el padre estará enseñando a su hijo una primera gran lección. Lección que el hijo pondrá a prueba con gusto, sin darse mucha cuenta y sin demoras: en su mayoría, las actitudes convenientes o inconvenientes se aprenden y se adoptan por imitación. Cada pregunta inteligente espera una respuesta inteligente. Entre pregunta y pregunta se avanza como ciertamente no se avanza en todas esas certezas que se dicen y se escriben y se inscriben en la mente con un punto y aparte. Incorporar el ejercicio de la humilde pregunta es la primera gran lección que el chico aprende. Pues, ¿qué otra cosa sino gratas sorpresas podemos esperar de las preguntas inocentes, de esas humildes muestras de sincera ignorancia, de falta de datos o falta de experiencia? La respuesta a la pregunta agrega regalos que sorprendentes, o no, serán por lo general, muy bien recibidos.  

**Registrarse al BiblioLab

CÓMO INYECTAR UNA DUDA SALUDABLE

Tomemos por ejemplo a este joven que se queja porque “ “tiene dificultades para expresarse”. Si en lugar de refutar su sincera preocupación, le respondemos con una pregunta, estaremos ayudándolo a abrir espacios esperanzadores en su gama de recuerdos.

 

¿Estás completamente seguro de que siempre, siempre, siempre, siempre, tienes dificultades para expresarte?  ¿Ante quién? ¿En qué circunstancias te aparece esta dificultad?

 

¿Recuerdas esa vez que respondiste con tanta soltura al tío de Ricardo?

 

El recuerdo de su experiencia positiva con el tío de Ricardo, le ayudará al menos a limitar la dificultad que considera que tiene para expresarse. Una excepción plantada a tiempo, inicia una cadena de dudas bastante positivas.  La duda saludable es una herramienta estupenda que se consigue de modo sencillo aplicando con astucia el lenguaje verbal o gestual. Es un elemento necesario si queremos provocar ese desvío necesario en la ruta que toma pensamiento hacia una conclusión. La duda positiva funciona como una cuña que impide un proceso para iniciar otro. Es como un palo que se le pone a la rueda para que deje de andar cuesta abajo. La duda positiva inyecta una vacuna esperanzadora en la mente de este chico; impacta directamente en su gama de recuerdos obligándolo a buscar hasta recuperar esos recuerdos positivos que almacena y que le servirán para llegar a conclusiones mejores empezando por admitir por ejemplo que, si esa vez con el tío de Ricardo consiguió efectivamente expresarse con claridad, significa que efectivamente cuenta con la facultad para expresarse con claridad.  

Y esta conclusión ya es un excelente punto de partida para iniciar el camino cuesta arriba.

 

La magia no tarda en hacerse notar. Aquel diálogo cerrado se abre: "Yo creía que tenía dificultades para expresarme, sin embargo, ahora que recuerdo, aquella vez le contesté al tío de Ricardo con seguridad y soltura y me sentí muy bien".

 

Gracias a la duda saludable inyectada a tiempo, sin mucho esfuerzo, este chico descubre a tiempo el “no siempre” --- una más, entre tantas expresiones lingüísticas liberadoras que tanto merecen asimilarse para aplicar con astucia y con intención. Son las expresiones lingüísticas, esas palabras de todos los días, las que utilizadas con conocimiento, consiguen abrir de modo sencillo una estupenda cantidad de puertas que abren más puertas en la mente, a medida que va recordando, y su humor mejorando al paso de conclusiones más realistas y esperanzadoras. Aún un niño de corta edad, que posiblemente no verbalice esta formidable conclusión, dará muestras contundentes de alegría, alivio, optimismo en su expresión facial, en el vigor que recuperará su cuerpo. 

 

A cualquier edad, una ecuación esperanzadora queda bailando en la conciencia. Y como todas las cosas que quedan bailando en la conciencia genera efectos perceptibles. Tantas pautas del lenguaje que, utilizadas con conocimiento, no tardan en consagrarse como principales aliados de los padres para ayudar a sus hijos a recuperarse, a buscar en sí mismos los recursos. Y a sentirse bien.

 

Gracias a una buena educación emocional, poco esfuerzo es necesario para conseguir que la mente descubra, concluya y aprenda cosas importantes a cualquier edad. Por ejemplo, que aprenda a dudar, que convoque a la duda positiva para que le traiga más regalos esperanzadores.  Para esto, hay numerosos recursos del lenguaje que funcionan como un timbre que suena y alguien responde. 

De manera elegante, sutil y ultra-efectiva los recursos del lenguaje consiguen que el chico sinceramente desee tocar ese timbre en casa, que tenga confianza en esa persona que le va a responder. A muy temprana edad,  un chico puede aprender lecciones formidables gracias a su debilidad compartida en un entorno seguro como la casa o la escuela.  

Incorporar, asimilar sin digerir tantas aseveraciones negativas intaladas en la mente de tantos chicos a muy temprana edad como “no puedes” “no lo lograré” pueden alcanzar en ellos un tremendo poder negativo, pueden ocupar en sus mentes el lugar que ocupan las verdades indiscutibles. Y serán especialmente poderosas porque a este tipo de sentencias se las pronuncia con sentimiento.

Imagine por un momento las ventajas de ese chico que temprano en la vida se ha visto colmado de los fabulosos regalos que solo las buenas preguntas y las dudas positivas son capaces de ofrecer. A quien se le dio la oportunidad de preguntar y se le dió la responsabilidad de responder preguntas interesantes, despejar dudas peligrosas, aprender a cuestionar esas aseveraciones negativas especialmente respecto de su persona.  Quien desde temprano en la vida descubrió que la mayoría de las aseveraciones negativas deben soportar un signo de pregunta, o un punto y aparte, quien aprende a impugnar a tiempo negatividades que pretenden hacerle creer algunos tonos de voz severos, tiene un magnífico futuro por delante.

 

La duda saludable agrega al discurso y al diálogo interior una cadena saludable de signos de interrogación, paréntesis, y puntos suspensivos. Puntos suspensivos deliberadamente aplicados al discurso limitante pueden convertirse en agentes de una magnífica revolución, pueden convertirse literalmente en salvavidas. Los signos de pregunta imponen una espera, una pausa, y obligan a una respuesta. Puntos suspensivos dejan a la mente en suspenso, ----literalmente entre puntos suspensivos---, a la espera de recuerdos y fantasías liberadoras, de alto poder desbloqueador como lo ilustra el caso del chico en su conversación con el tío de Ricardo.

 

Tantas recursos magníficos del lenguaje para avivar recuerdos, abrillantar el pensamiento, orientarlo en direcciones productivas, hacen del lenguaje estratégico una asignatura tentadora de aprender. Quien necesite recursos eficaces para iniciar una deslumbrante búsqueda de perspectivas nuevas, soluciones, estará encantado de descubrir en sus prácticas en el BiblioLab la varita mágica en su lenguaje de todos los días. Mucho más efectivo que un buen consejo, con economía de recursos y sin esforzarse, el lenguaje estratégico, con sus elementos verbales y gestuales consigue sacar a flote recuerdos que asombran y que resultan siempre formidablemente útiles. Utilizamos el lenguaje y sus partículas de un modo intuitivo, cuando las aplicamos de un modo deliberado asistimos con satisfacción a ese cambio espectacular que puede generar la palabra en la vida de las personas.  Solo basta una pregunta estratégica para revelar tesoros que permanecían en sombras para bien de uno o para ayudar a los otros, ¡cómo no interesarse en aprenderlos!

 

El buen manejo de algunas tácticas mentales simples pero útiles, permite descubrir poderes insospechados en el lenguaje de todos los días; acerca a un crecimiento intelectual más rico. Aclarar las dudas nos preserva el buen humor, el vigor y la brillantez. Nos permite avanzar con renovado ímpetu, responsables e independientes. Nos regala la alegría de colaborar eficazmente en la construcción del pensamiento estratégico en nuestros hijos, de avivar en ellos la capacidad para encontrar oportunidades y mantenerse atento y abierto a novedosas posibilidades. Esta clase de enseñanza se sitúa sin dificultades entre las más importantes considerando los resultados satisfactorios que siempre proporciona y que siempre anticipará. La duda saludable, esa pregunta estratégica formulada a tiempo, aviva la curiosidad, potencia la creatividad. Genera salud.  Activa la búsqueda de elementos, recuerdos, ideas positivistas y permite aclarar los fines que se persiguen para llevar a cabo acciones precisas con un sentido definido.

 

A veces la magia del lenguaje puede implicar algo tan simple como hacer pequeños cambios en el vocabulario, o abultarlo. Otras veces, algo tan simple como avivar la imaginación y esperar a que el inconciente se pronuncie. Un estado “¡Ahá!”, un “¡Uau!” nunca vienen solos. Por lo general, son seguidos de una formidable deducción, un descubrimiento, o por una lúcida y reparadora conclusión. El que a temprana edad se pueda comprobar que la mayoría de los problemas y trabazones son producciones imaginarias, productos directos de una manera de pensar, marca un estupendo punto de partida en un apasionante viaje de exploración y superación personal .

 

Si tu imaginación te mete en problemas, tienes que aprender a manejar tu imaginación. Una mente que construye sólidos problemas imaginarios es una mente capacitada para construir soluciones imaginarias igualmente sólidas.

 

La persona que confía en su dominio del lenguaje se siente capaz de mover montañas de rigideces en los otros; de atravesar extensos valles de malentendidos, franquear pantanos de desconfianza hasta llegar a buen puerto. Si en cualquier área de la vida, las técnicas de manipulación utilizan los secretos del lenguaje para vender, para convencer, para ganar votos en elecciones presidenciales, entonces, bien vale la pena transmitirle a nuestros hijos estos conocimientos tan valiosos, llenos de secretos encantadores. Como vacunarlo contra intrusiones fatales.

Esta persona segura de su manejo del lenguaje con el que habla, se habla y piensa, consigue concederle a su mente el tiempo necesario para preguntar tranquila. Sabe que los obstáculos son las cosas que vemos cuando nuestros ojos no están mirando hacia las metas; que las declaraciones, las confesiones, las certezas negativas son la mayoría de las veces, cosas que tragamos sin masticar, que aceptamos pasivos únicamente con la mente inadvertida, mal orientada o poco entrenada.

Cuando olvidamos aplicar el lenguaje con estrategia, nos dejamos convencer. Desde luego, no somos infalibles: A veces , las personas, las situaciones o las cosas pueden detenernos temporalmente. Pero como cada uno de nosotros es la única persona que efectivamente puede detenernos permanentemente, más nos vale aprender a relacionarnos mejor con todas esas deslumbrantes fortalezas que se ocultan en las palabras que utilizamos a diario para poner esa cuña necesaria, desviar un proceso dañoso, e iniciar uno mejor.

 

Disciplínate: La magia en tu vida está en el lenguaje que usas

 

Educar emocionalmente a una personalidad en formación implica, entre otras cosas, el enseñar a observar lo que ocurre en el mundo interior, alentar a demostrarse a sí mismo la verdad en esta frase y cuánto se puede ganar aplicándola con astucia: la magia en tu vida está en el lenguaje que usas.

 

Aprender esta lección de primera mano y a edades tempranas, puede significar una enorme ventaja diferencial en el desempeño de cada joven y también, en su futuro. Cuando padres y educadores motivan eficazmente consiguen forjar en los jóvenes esa condición tan preciada para los tiempos que corren y que es la disciplina bien entendida; esa que viene acompañada por el espíritu de determinación, el entusiasmo, y el gusto por la actividad.

 

Enseñar a proyectar y a paladear los logros en cada paso del proyecto es, según mi entender, la mejor manera de enseñar la disciplina. La disciplina surge naturalmente en la mayoría de las actividades que hacemos con gusto.

 

Disciplina significa "aprender, instruir". Es el incentivo ese elemento capaz de disciplinar la conducta y la actitud mental pues el incentivo auténtico es el que predispone positivamente para llevar a cabo una tarea, para llegar a buen término en una actividad, en una determinada “disciplina”. Permite conseguir las metas abriendo a una rutina que resulte llevadera, vibrante, esperanzadora. A esto se llega con estrategias de motivación mucho mejor y más rápido que con el tormento, la amenaza, las comparaciones odiosas, la sobre-exigencia. 

La disciplina es un valor crucial en todo entorno formador como lo son la escuela y el hogar, y merece estar apuntalada por explicaciones válidas, por intercambio de conceptos y de necesidades para conseguir forjar la saludable convivencia, las relaciones y la interdependencia en un marco del respeto, compromiso, responsabilidad. La disciplina agrega sentido a los esfuerzos. Debe mejor emparentarse con el esfuerzo renovador; nunca con el sacrificio. Por lo general, trae aparejado un fabuloso descubrimiento pues la disciplina surge naturalmente en ese joven con habilidades deportivas para quien madrugar para entrenar nunca le resulta un sacrificio. Surge en esos jóvenes con inclinaciones artísticas o intelectuales para quienes no es sacrificio privarse de algunas horas de sueño nocturno para satisfacer sus apetitos artísticos o su sed de conocimiento. Surge allí la disciplina, no se la puede evitar. Una fuerza distinguible que empuja a expresarse, a juntarse con otros, a compartir y progresar. Gracias a la disciplina una caracterísitca importante en sus naturalezas consigue salir y expresarse. La disciplina es un camino excelente para observar los beneficios de avanzar poco a poco y cada vez mejor. La disciplina surge naturalmente y da mucho gusto avanzar montados en ella cuando se reconocen las razones y los sueños que impulsan a aplicarse.

 

Desde esta perspectiva, se hace comprensible la necesidad de reafirmar la alianza entre familia y escuela. La buena comunicación entre estas dos entidades, asegura revelaciones y gratificaciones sorprendentes. Siempre es grato enterarnos de las habilidades especiales de nuestros hijos. Alentarlos a disciplinarse en ellas redundará en beneficios y alegrías. Un ambiente sofocador, por el contrario, impide estas revelaciones.  Estos hallazgos permiten paladear la diferencia entre motivar y atormentar; o la diferencia entre disciplinar y someter. Abren puertas a mejores comportamientos y producen resultados realmente más satisfactorios. En algunos entornos la disciplina tiene mala prensa o al menos, tiene una connotación negativa. Existe una corriente facilista que impulsa a los padres a liberar de responsabilidad a sus hijos; a sobreprotegerlos, llegando a veces, a justificar sus actitudes indisciplinadas en la escuela. Es necesario que padres y docentes profundicen sobre disciplina y tantos otros conceptos importantes pues descalifiando la disciplina, considerándola una carga pasada de moda, se pierden muchas cosas. En especial es el alumno quien pierde si aceptamos detener las cosas ante su resistencia. Una respuesta emocional por parte del hijo rebelde, del distraído o del perezoso ante una determinada actividad solo indica que tal actividad no es de su interés. Al menos no lo es en ese momento, o tal como interpreta las cosas en ese momento. Sin embargo, sólo disciplinándose para avanzar en la materia tendrá oportunidad de aprender costados relacionados con esa materia y que no conocía; tal vez descubra que la materia le interesa y este descubrimiento es una alegría adicional. 

En el peor de los casos, aprenderá mucho en su experiencia de disciplinarse a sí mismo aún en los asuntos que no son de su interés. La disciplina puede convertirse en ese magnífico deporte, ese magnífico ejercicio para aprender de uno mismo; brinda la oportunidad de convertirse en capitanes del propio comportamiento. Otorga las fuerzas para desplegar la autoridad interior, imponerse ante las dificultades y capear los temporales interiores. El ejercicio de disciplinarse permite demostrarse a sí mismo que puede corregir y mejorar y descubrir aptitudes en sí mismo que ni siquiera sospechaba. Muchas veces, gracias a la disciplina, se encuentran tesoros en esa asignatura que no era la preferida por lo que siempre dejará satisfacciones que no se anticiparon. La falta de disciplina crea la duda. Es mediante la disciplina que las dudas se aclaran dejando, de nuevo, regalos en el camino.  La disciplina permite corregir lo que merece corregirse y mejorar ya sea en la casa o en el aula sin interpretar los errores como limitaciones vergonzantes o inadmisibles sino como recursos valiosos y experiencias para un futuro tipo de disfrute.

 

El lenguaje estratégico genera estos beneficios. Resulta alentador. Permite establecer una comunicación más rica y marcos de convivencia productivos y gratificantes como raramente asoman en el marco de la imposición. Con técnicas de motivación es más sencillo y más gratificante generar jóvenes disciplinados, en lugar de seres oprimidos. Generar jóvenes entusiastas, gozando de buena disposición, elegantemente disciplinados desde su interior que hacen lo que les conviene hacer con una mejor disposición por una razón aclarada y distinguible. No como soldaditos que obedecen sin entender el sentido. La duda aclarada puede mucho más que la prepotencia; el padre que conversa, pregunta y explica y alienta a dudar, es un padre que confiere autoridad.  La próxima vez que su hijo se muestre rebelde, indisciplinado, resistente o enojado, evite criticarlo, juzgarlo a la ligera o marcarle una penitencia inservible. Prefiera aplicar el beneficio de la duda. Pregunte y converse y oblíguelo a responder y responderse hasta asegurarse de que alcanzó el fabuloso beneficio de la duda. Expresiones inocultables en su hijo revelarán ese regalo magnífico que recibió con las cosas aclaradas. A toda edad, hacer las cosas con un sentido definido es más fácil. 

**Regístrese al BiblioLab El servicio ofrecido resultará perfecto para aquellos padres y educadores que todavía conservan ciertas dudas respecto de sus posibilidades como formadores principales, quienes desconfían todavía del magnífico aporte que ellos mismos, con intervenciones menores, pueden significar en la vida (y para el futuro) de los menores a su cargo. Para quienes se sienten sobrecargados, confundidos, temerosos o sin tiempo para atender algunos de los problemas de sus hijos, que consideran difíciles de abordar o dignos de ser atendidos por un especialista.

El padre formador merece aprender a ofrecer el beneficio de la duda. Si no escatima en estos regalos,  estará reforzando en su hijo el espíritu de disciplina; instalando en su mente y en sus costumbres ese magnífico sentido de responsabilidad y determinación que lo conducirá hacia caminos promisorios. Estará colaborando en la formación de un adulto exitoso y seguro de sí mismo, que habrá aprendido a detectar el momento exacto cuando le conviene hacer algo, y a aplicar sus fuerzas para hacer las cosas que DEBE Y LE CONVIENE hacer , como si realmente QUISIERA hacerlas. La experiencia en el BiblioLab demostrará en más de un caso que el problema se debe más a la falta de información y a un tipo de información incompleta o distorsionada, que a la falta de tiempo. Todos tenemos veinticuatro horas al día. Y todos tenemos todos los recursos para llenarlas de la mejor manera.   **El entrenamiento empieza aquí