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¡Del Fracaso a la Grandeza!
Hay tanto para aprender del fracaso,
si solo nos diéramos la oportunidad...
El fracaso nos enseña, nos
hace más sabios, más fuertes y más resistentes. Más importante aún: es
probablemente a través del fracaso que conseguimos entender un poco acerca de
la naturaleza de lo que va ocurriendo.
El fracaso tiene diferentes
efectos de acuerdo con las distintas personalidades.
Para algunos el fracaso es
algo que debe ser soportado. Estas personas consideran que solo soportándolo,
estarán preparados para los posteriores desafíos de la vida.
Para otros, el fracaso es el
final. Los cierra, y los deja menos
capaces, con menor auto-confianza, con menores recursos para manejarse en la
vida y mucho menos, para afrontar las adversidades o para re-iniciarse en algún
asunto sea éste del plano laboral, amoroso, de estudios, etc.
No obstante, a diferencia de
lo que se cree, el más grande
beneficio que el fracaso puede aportar no es el de templar un espíritu o
construir un temperamento. Ni siquiera esto es válido para un proceso de
aprendizaje. El fracaso puede constituirse en la parte única, la mágica y la más
poderosa en la vida de alguien. El
fracaso contiene las semillas del éxito decía una voz sabia. Esto ocurre
cuando permitimos que la parte sustancial del fracaso se convierta en bendición,
en bisagra que abre esa puerta inadvertida.
El fracaso contiene información valiosa. Adecuadamente utilizados, los
registros derivados del fracaso tienen el poder de definir el cierre y final de
un suceso de larga data. Visto
desde esta óptica, no es de extrañar el que el fracaso resulte en muchas
historias de lucha y experimentación, ese elemento esencial que trajo frutos no
previstos y sorpresas gratas jamás imaginadas. Recorra la historia de cualquier
área de interés humano: comprobará que ese monstruo tan temido llamado
“fracaso” terminó muchas veces constituyéndose en el mejor aliado de un éxito
no contemplado con anterioridad.
Cuando fallamos en algo, nos
sentimos tristes, quebrados, desesperanzados. Lo que requiere coraje, trabajo,
determinación, vigor resulta para mucha gente motivo suficiente para evitar. De
lo contrario, debe ser sostenido estoicamente. Aparece el orgullo, el
encubrimiento que no siempre conducen a puertos deseados.
Ante el fracaso, suele surgir
la necesidad de pedir disculpas, de justificar y junto con ello, la necesidad de
encontrar cuanto antes maneras efectivas para salir de él
No caben dudas de que la
experiencia de fracaso es desmoralizante, incómoda y algo que nadie quiere
tener. Pero tampoco caben dudas de que en cierta forma y visto desde una
determinada manera, trae dolores valiosos y beneficios indiscutibles. Ante
experiencias de fracaso, por lo general surge una pausa, uno se inclina a la
reflexión porque se hace necesario revisar lo que de ninguna manera conviene
repetir. El fracaso bien aprovechado conduce a hacer ajustes con vistas a
mejorar. Cuando surge esa idea orientada a la mejora, nos encontramos nuevamente
energizados y esperanzados. Pero lamentablemente
esto no siempre ocurre.
Muchas personas se quedan con
la parte negativa de la experiencia de fracaso cuando deberían quedarse con la
enseñanza que todo fracaso trae. El problema con el fracaso es etiquetarlo de
un modo negativo cuando en realidad está trayendo importantes observaciones,
lecciones que vale la pena aprender. En este sentido puede afirmarse que el
“fracasado” es alguien que se ha mostrado reticente o perezoso a la hora de
aprender. Se ha comportado como un niño consentido y obcecado que pretende que
las cosas de este mundo funcionen como él quiere y que sean como él quiere.
Pero la verdad es que las cosas de este mundo funcionan como funcionan, y son
como son.
El fracaso es un maestro
duro, severo, riguroso. De esto no quedan dudas. Pero me gustaría contagiar la
idea de que el fracaso es un maestro hecho y derecho. Un maestro inflexible,
puntilloso que se propone enseñarnos cosas valiosas para nuestro bien. Nos
impone desafíos y pruebas a veces durísimas que pasar para las que no siempre
estamos preparados. Pero si algo descubrimos con él es nuestra increíble
velocidad para aprender. Y aprendemos mucho, muy rápido aunque a veces debemos
presentarnos a rendir el mismo examen una y otra vez. Es que hay lecciones que
nos cuesta aprender. Hay cosas que no queremos ver y entonces cuando hacemos
trampa, cuando hacemos la vista gorda o sin nos convertimos en sabelotodos, la
vida no nos permite engañarnos. Rápidamente nos envía al fracaso para que
aprendamos de una buena vez y lo mejor que nos puede pasar en estos casos es
humildemente aceptar la consigna de revisar,
estudiar para aprobar y continuar.
Ante estas duras
observaciones de la vida , ante estos aplazos rotundos, muchas personas tienden
a quedarse con la desmoralización, con la negatividad de la experiencias y
continúan cuesta abajo por lo general cometiendo los mismos errores o
abandonando la carrera. En lugar de
aceptar humildemente la indicación de estudiar, adoptan una actitud ácida y se
vencen, equivocando sus pasos y demorando o aplazando sus objetivos.
También ocurre que se toma
distancia del perpetrador: se evitan esos estudios, esos emprendimientos,
personas, lugares que activen el recuerdo doloroso del fracaso.
Esta actitud desde luego impide recomponer, eliminar, rediseñar lo que
sea necesario rediseñar para salirse del error y para obtener percepciones más
acertadas que conduzcan a acciones más acertadas.
El fracaso es un episodio en
la vida. Es una marca con un significado. Un
episodio que puede dejar una carga emocional negativa, auto-destructiva y
desmoralizante de alto calibre y duración. Pero, con un poco de astucia y con
clara conciencia de que la experiencia en si misma y las sensaciones son el
resultado directo de energías actuantes, el fracaso se convierte sin dudas en
una experiencia única y expansiva, perfectamente apta para la mente imaginativa
y audaz, esa que concluye en que nunca verá la luz del día si no fuese por el
fracaso. El fracaso puede ser la antesala de la grandeza.
Excluyendo las situaciones
catastróficas de pérdidas o guerras, ante el fracaso, es frecuente observar
que las personas protestan, se lamentan, se sienten víctimas o incapaces y solo
esperan que las cosas cambien. Esto es un deseo reduccionista, simplista y para
colmo, inútil. Inútil porque la persona afrontando un fracaso debe darse
cuenta de que ha hecho algo de importancia para recibirlo. Para fracasar alguien
tuvo que haber iniciado algo: una dieta adelgazante, una amistad; puede que haya
tenido una relación amorosa y haya entregado su corazón. Es posible que haya
trabajado, estudiado o entrenado durante un largo tiempo. Es posible que haya
tomado una decisión equivocada, que haya decidido no realizar alguna actividad
que le hubiera convenido realizar. Es posible que haya invertido su dinero, etc.
etc. Una acción anterior al fracaso tuvo que haber habido. Si ha conocido el
fracaso significa que se ha embarcado en alguna acción, ha tomado medidas y
decisiones acerca de cosas para hacer y cosas para no hacer, y se encuentra
ahora en condiciones óptimas de “afinación y cambio”. Esa persona en el
momento justo para hacer ese clic, ese destrabe indispensable y cambio para
crecer por fin, se niega a hacerlo, se repliega o renuncia. Allí está el
fracaso. Es esta actitud la que hay que lamentar y no el “fracaso” anterior
que plantea una lección y obliga a una actitud positivista. De nada sirve la
resistencia ni la renuncia ni la protesta ni la resignación. Esto supone una
ilusión de cambio exterior y la verdad es que ante el fracaso no podemos
pretender que el mundo cambie; solo podemos cambiar nosotros. El fracaso es
nuestro, es para nosotros. Nos llega a todos alguna vez en la vida. Y cuando lo
hace, tenemos que aprovecharlo. Sacarle
el jugo que solo podemos sacarle nosotros. Porque es para nosotros. Nuestro
fracaso contiene todo lo que necesitamos para nuestra evolución.
Para ello es imprescindible
animarse a tocarlo, quitarle la cáscara de negrura y palpar su parte nutritiva.
Pero antes, hay que preguntarse si realmente uno está comprometido con el éxito.
Si uno de veras rechaza el fracaso o se identifica con él. No todas las
personas que se quejan y se lamentan de su fracaso se identifican con el éxito.
Al fracaso por lo tanto hay que estudiarlo, entenderlo bien y luego rechazar la
parte de su sustancia que merece ser descartada o modificada. Ninguna otra. Quédese
con la lección, con el amargor, con el dolor. Son buenos compañeros, serán
sus guías confiables. Pero para
hacer las pases con ellas es imperativo pensar con responsabilidad, evaluar,
distinguir y que no se nos nuble la vista con ilusiones ni espejismos. Hay que
saber que no somos ni seremos un corcho en el mar. Que estamos permanentemente
decidiendo cómo actuar. Y las decisiones las tomamos por variados motivos. A
veces actuados movidos por una sed de éxito. Otras veces nos detenemos por
pereza, falta de fe, falta de energía o envueltos en una energía negativa.
En Aflorarte.com
desarrollamos técnicas para potenciar la acción de las energías contenidas en
las Flores de Bach,
esos remedios para el alma. Muchas
personas recurriendo al set de Bach deciden tomar Gentian para combatir la
experiencia de fracaso, para evitar la tristeza, y para olvidar la desesperanza.
Recurrir a Gentian es acertado pero aspirar a generarse una amnesia a
propósito de lo que se ha sentido es aspirar a una pérdida. Mi recomendación
es: No aspire al olvido. Nunca deseche lo que es suyo o lo que fue dirigido a
usted. Vale la pena tenerlo y retenerlo. No tema a las emociones que pueda
traer. Las emociones están hechas para sentirlas decía Bach,
son el termostato de su vida, la brújula que lo guiará bien. Sus
consejeros espirituales, sus guías interiores le hablan a usted claro mediante
emociones, sensaciones, sentimientos, síntomas. Vale la pena aprender su
lenguaje. Cuando lo haga no tardará en notar que silenciarlos nunca es una
medida inteligente.
La cara del fracaso puede ser
su soledad de hoy, una cuenta bancaria cerrada, dormir toda la mañana porque se
ha perdido el trabajo, el desengaño si acaso fue víctima de una estafa. Esta
es la cara que ha de rechazarse y debe saber que se trata de una cara temporaria
que puede recomponerse como se recompone el semblante caído con una buena dieta
o con el descanso. Este pensamiento
le abrirá las
puertas a la idea de éxito futuro. Aspire a superarse, aspire a
descubrir las pepitas de oro que aparecerán con el estudio de su fracaso. Un
estudio objetivo y responsable que no tiene mucho que ver con recordar de un
modo auto-indulgente. Por lo tanto, no se confunda a la hora de recurrir a las
esencias, no espere a que ellas lo ayuden a olvidar.
Utilícelas como ayuda para actuar,
como impactos positivos al pensamiento, espere de ellas la mejor ayuda
para pensar su fracaso de un modo positivista del que surjan escenarios futuros
satisfactorios. Si trabaja las esencias de un modo creativo, notará cambios.
Hay una manera de pedir ayuda a la flor, hacer que su energía convierta
sus debilidades en sus fortalezas futuras. Esa es a mi juicio una postura
inteligente que llega mucho más lejos que cualquier tranquilizante.
Al utilizar las esencias aspire siempre a aprender la lección que debe
aprender y a desarrollar las fuerzas interiores que usted tiene.
Nietzcche decía: "hay que
saber qué se quiere, y que se quiere".
Siguiendo mi ejemplo, si
usted sabe que ambiciona para usted una vida en pareja y feliz,
su soledad de hoy puede resultar un tormento, pero es una bendición si
es resultado de haber interrumpido una pareja que el hubiera hecho la vida
imposible. Y el saldo de la tristeza, la melancolía en el fracaso deberían ser
los estímulos sensoriales que usted merece conservar como pálido reflejo pero
siempre alerta y listo para encenderse evitándole a usted caer en un error
parecido.
A partir de nuestros trabajos
con Gentian para superar experiencias de fracaso y obtener de ellas aprendizajes
valiosos, podemos afirmar que el
fracaso no es un problema a resolver, es una llave única que abre a la
grandeza. Para implementar este concepto hay que rechazar la idea de que el
fracaso significa error o que algo está mal. El fracaso es un indicador sin
vueltas: nos dice claramente una cosa y esa cosa es que lo que hemos venido
haciendo, tal como lo hemos venido haciendo no funciona o no da el resultado que
esperábamos. A veces es cuestión de revisar nuestra ambición. A veces es
cuestión de modificar los medios que hemos ensayado para alcanzar tal ambición.
También el fracaso puede revelar que fuimos imprudentes al evaluar o que hemos
utilizado los criterios incorrectos a la hora de evaluar. A menudo sucede que lo
que es fracaso para unos es éxito para otros. Y esto significa que los parámetros
de uno y otro son distintos y no el resultado en sí mismo. Un fabricante de
sillas que vendió 5.000 unidades en un mes puede sentir fracaso mientras esas
5.000 sillas pueden representar el éxito rotundo para otro fabricante de
sillas.
Cualquier conclusión a la
que lleguemos acerca del fracaso es esencialmente una hipótesis y en su mayor
parte, una reacción al desencanto, al miedo y a la desesperación que acompaña
a la experiencia de fracaso. Cuando experimentamos el fracaso, debemos recordar
que se trata de una cuestión de interpretaciones. No sufrimos por un hecho dado
sino por la lectura que damos a ese hecho. Antes de que podamos interpretar
adecuadamente las implicancias del fracaso, hay un asunto todavía más grande
sobre el que concentrarse y que por lo general pasa inadvertido. ¿Sobre qué
parámetros nos basamos para determinar la experiencia como fracaso? Tenemos
suficiente amplitud de miras como para ver los otros costados de la historia y
reconocer beneficios que también
obtuvimos? ¿Hemos conocido a alguien importante que de otro modo no hubieramos
tenido la ocasión de conocer? ¿Nos hemos enterado de algo? ¿Es esto que llamo
fracaso, el registro liso y llano de algo específico, o es la marca predecible
y necesaria hacia el siguiente nivel de la historia?
Thomas Edison decía que con
cada fracaso le quedaba bien claro lo que no debía repetir. Al menos se evitaba
una demora futura. Aprendía mucho en el fracaso. Registraba bien cada fracaso,
lo estudiaba de izquierda a derecha y de arriba abajo. Así es que un fracaso de
hoy le permitía resolver errores futuros, incluso inconvenientes con los que
todavía no se había topado. Si, como yo, usted tuvo muchos fracasos con su
computadora, sabrá a lo que me refiero. Cada fracaso deja una marca y un
aprendizaje de grandiosa utilidad para el futuro. Uno nunca sabe cómo va a
volver a utilizar esa información pero lo cierto es que la experiencia resulta
valiosa cuando un episodio parecido vuelve. Y nos sentimos brillantes y magníficos
a la hora de resolverlo con comodidad, rapidez y eficiencia. Cuando nos
referimos al fracaso como algo malo, inevitablemente tenderemos a evitarlo. El
proceso solamente puede conducirnos en una dirección adoptando una postura
defensiva. Es decir, optaremos evitando males en lugar de persiguiendo bondades.
Elegiremos por temor y por descarte, y no por ansias, o por curiosidad.
Si nuestra actitud toma la
forma defensiva en una guerra sin fin, o toma el proceso evitativo,
sobreviviremos, pero raramente ganaremos.
Utilizándolo con sabiduría,
todo fracaso sirve para ahorrar tiempo y energías. De modo que aprovéchelo, es
un adelanto, un motivo de aprendizaje digno de agradecimiento.
No lo tome como algo malo ni serio. Evite tomarlo a la tremenda porque
usted querrá muchos “fracasos” en su camino al éxito donde hay mucho de
ensayo y error y también, de flexibilidad personal. Disfrute en el camino
cualquiera sea este camino.
Evalúe la historia con
objetividad, libérese de la cuadriculada manera de pensar que generalmente
acompaña a la experiencia de fracaso. Encontrará en el fracaso una experiencia
que siempre sirve. Encontrará incluso fracasos con los que divertirse.
El fracaso es un privilegio formativo. Permite re-examinar la visión que
dio origen a toda la historia. Podemos
echar una mirada más objetiva a todas las acciones, a las intenciones, al
lenguaje, a las ventajas , a los personajes involucrados en la historia.
Y lo más curioso del caso es que jamás llevaríamos este análisis a un
nivel tan profundo y sincero si no fuese “gracias” al fracaso.
No es por obra de la
casualidad que Gentian se encuentre en el módulo para superar la incertidumbre.
Esto porque ante el fracaso es indispensable orientar a la mente hacia la
certeza en lugar de permitirle que navegue en los peligrosos mares de la
incertidumbre.
Si aprende a orientar a su
mente, encontrará que ella le traerá datos precisos y útiles para usted. En
Aflorarte.com utilizamos la energía de Gentian ante momentos de fracaso de un
modo que permite detectar los motivos ocultos tras la fachada de fracaso y que
verdaderamente son los responsables de impedirle a alguien continuar con sus
planes y objetivos o descubrir justamente sus planes y objetivos reales en
contraste con los que dice tener.
La experiencia de fracaso
puede dejar a la persona en estado de vulnerabilidad y altamente influenciable
corriendo el riesgo de tomar malas decisiones futuras. Por eso, al recurrir a
las esencias es importante aprender a impactarlas con el lenguaje. En esta práctica
se enfocan todos los trabajos de Aflorarte. Las esencias florales contiene energía
y así también nuestros pensamientos contienen energía. El éxito del programa
Aflorarte es haber detectado las palabras, los giros idiomáticos, el lenguaje
del cuerpo que entran en resonancia con un estado energético determinado.
El lenguaje nos permite “movernos” en una misma experiencia, adoptar
diferentes perspectivas. El lenguaje nos permite también de alguna manera tomar
de prestado roles y creencias. Estos
recursos no son para desestimar. Generan cambios increíbles que solo pueden
reconocerse una vez experimentados. Luego cuando uno consigue verse a si mismo
desde una perspectiva diferente y novedosa y comienza a experimentar de primera
mano la maravillosa sensación que aparece cuando ingresa una perspectiva útil
un mundo nuevo parece abrirse con ideas, recuerdos, esperanzas no previstas.
La energía del lenguaje acoplada con acierto a la energía de la flor
forman un matrimonio magnífico, una barrera saludable contra todo entorno que
pueda estar influenciando negativamente. Muchas veces familiares y amigos no
comprenden los tiempos internos personales para elaborar una experiencia de
fracaso de un modo que sea provechoso y aún cuando no se lo propongan se
convierten en las primeras barreras contra el progreso.
Finalmente, a la hora de
lidiar con las energías actuantes en la experiencia de fracaso, es de crucial
importancia saber aprovechar el impulso de Gentian en su totalidad. Un poco como
tomarlo como remedio y vacuna simultáneamente. Uno debe estar inmunizado a
algunos aspectos de la experiencia. Utilizar Gentian en su totalidad garantiza
un éxito duradero e instala una
actitud positivista. Esto debe tenerse en cuenta especialmente en aquellos casos
tramposos y encubridores de quienes, por ejemplo, consiguen reponerse de un
fracaso pero al cabo de un tiempo “algo” que no pueden explicar ni
explicarse (y que viene en forma de olvidos o distracciones), los impulsa a
cometer de nuevo aquellos fatales errores.
Este “algo” es una negatividad energética abierta todavía.
No es realista aspirar a una
vida sin problemas ni fracasos. Como el alimento, el fracaso es parte de la vida
y fundamental para el crecimiento, pero
la buena asimilación del fracaso es harina de otro costal.
No es una cuestión de vida o muerte pero se obtendrá el producto magnífico
de un buen manejo de energías, o
el derrumbe emocional resultante de dejar las cuestiones energéticas libradas
al azar.
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